Inicialmente quiero dar las gracias a todos por las muestras de cariño que recibido desde que anuncié la buena noticia.
Las personas que me conocen a mi y a mi esposo, saben que llevamos varios años de casados: 7 años y 2 meses para ser exactos y de novios duramos 12 años y medio, por lo tanto, si están haciendo cuentas este diciembre cumplimos 20 años, si, ¡toda una vida juntos!
Con esto ya se pueden imaginar, cuántas veces nos preguntaron cuándo nos íbamos a casar y después de hacerlo, la pregunta de los últimos años, ¿Y ustedes cuándo piensan tener hijos?
La verdad desde que nos casamos, planeamos tener hijos después de 4 años de casados, pero cuando llegó ese momento no me sentí preparada para ser Mamá, conforme así fue pasando el tiempo debo confesar que dudé en algunas ocasiones si quería tener hijos o no.
A diferencia de la mayoría mujeres que respeto, quiero y admiro, mi prioridad no era la de ser mamá, ni era el sentido más grande de mi vida, siempre he sido más tendiente a luchar por mis sueños y pasiones, entre esas ayudar a las personas, además de mi vocación fuerte hacía al trabajo muchas veces no me permitía darme tiempo para pensar en ser Mamá.
Soy completamente apasionada con lo que hago y debo decir que tengo la bendición de poder trabajar en lo que más me gusta hacer, mi hobbie y por eso tiendo a ser “workaholic” trabajólica.
Todo esto cambió rotundamente en Diciembre del año pasado, cuando mi Papá falleció, este episodio ha sido el más difícil de toda mi vida y a raíz de esto, empecé a replantearme las prioridades que debía tener en mi vida y entre esas el valor y papel de los hijos en una familia.
Mi papá siempre fue un ser único y especial, dio todo por nosotros y nos dejó las mejores enseñanzas, entre esas su pasión por ayudar a los demás y fue en esos momentos que entendí más de cerca que los hijos son el regalo más grande, son el legado y “la prolongación de la existencia”, como lo dice la canción El camino de la vida. Un hijo es quien puede hacer que nuestra vida, misión, enseñanzas y valores no se mueran con nosotros, sino que trasciendan de generación en generación.
Estas y muchas otras razones despertaron en mí el anhelo profundo de ser mamá y este año empecé motivada con la idea de tener un hijo, me realicé los exámenes necesarios para verificar que fuera apta para emprender esta gran tarea y en Abril de este año dejé de planificar y aunque no esperaba que fuera tan rápido, al siguiente mes confirmé que estaba en embarazo.
Para mí fue el momento justo e ideal, siempre fue importante tener la convicción en pareja de tener un hijo y todo parece indicar que Dios ya nos tenía esta criaturita en la fila desde hace tiempo, esperándonos que nos decidiéramos a dar el gran paso. Desde que recibí esta noticia, puedo decir que soy la persona más feliz del mundo, la vida cambia por completo, y más feliz me hizo saber que estaba ¡esperando una niña!, ya que cuando pensaba en tener hijos, siempre me imaginaba una niña y era mi más grande anhelo.
Siempre he pensado que en la vida todo llega en el momento justo y como dice Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”, las cosas nunca llegan ni antes ni después y ese era el momento que Dios tenía preparado, como algunas personas me han dicho: Tu papá partió de este mundo, pero Dios en compensación ¡envió otro miembro a tu familia!.
Por eso quiero hacer una reflexión para las mujeres y hombres que están casados y todavía no saben si quieren tener hijos, nunca se dejen presionar por nada ni por nadie, para todo hay un momento en la vida, tomar esa decisión es algo que se debe tomar con mucha conciencia y se debe sentir desde el fondo del corazón, es un ¡anhelo que pone Dios en nosotros! y si nunca lo sientes o no puedes llevarlo a cabo, no está mal, ten la seguridad que Dios tendrá otros propósitos en tu vida.
Y si ya tomaste la decisión, o ya eres madre o padre, ¡disfruta de esa bendición tan grande en tu vida!